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Opinión

Donde cruzan las brujas | Cuerpos apropiables y “acosables” / Meritxell Calderón Vargas

Por: Meritxell Calderón Vargas

Los derechos humanos son un recurso retórico que implica que las personas podamos vivir con dignidad en paz y sin discriminación, es decir, sin exclusiones que tienen como propósito hacernos sentir inferiores o menos valiosas. El concepto de derecho, de inicio, se da para poder controlar a una parte de la población y para dividir la propiedad entre quienes se consideraban “adecuados para poseer”, por ejemplo, en la antigua Roma era el “paterfamilias” el padre de la familia, en México antes de la invasión española, los guerreros y los nobles podían poseer tierras y mujeres. Ahora las mujeres no poseemos propiedad, bienes inmuebles, la mayoría de la tierra en nuestro planeta está en manos de los hombres y de algunos cuantos hombres.

Empiezo este texto hablando de posesión porque, considero, es el centro de la problemática de la violencia contra las mujeres y las niñas, desde el acoso callejero hasta la desaparición o el feminicidio; la posesión del cuerpo de las mujeres por parte de los hombres visto como algo natural o un deber ser: se nos ha tratado a las mujeres como moneda de cambio, como incubadoras mercantilizables que deben estar dispuestas a los deseos sexuales de su dueño/marido/tratante.

Cuerpos de desecho, dijo la Judith Butler en su conferencia “Vulnerabilidad y resistencia” cuando hace unos años visitó la UNAM y varias académicas y activistas fuimos a escuchar, nos dijo que la violencia contra los cuerpos vulnerados (mujeres, infancia, personas trans, migrantes, tercera edad, etc.) es un tema sociocultural, porque la sociedad te dice qué tan valiosa o no te puedes o debes considerar.

Como abogada defensora de derechos de las mujeres y niñas me he enfrentado a todo tipo de pseudoargumentos, casi todo ellos ridículos y hasta jocosos, para no respetarnos y seguirnos tratando como algo para vender y para usar; la diferencia entre trabajo sexual y trata sexual parece no existir en el discurso que culpa a las mujeres y que logra que no se investiguen los feminicidios de quienes se dedican al trabajo sexual. Una y otra vez nos han repetido en medios de comunicación “la mataron por…”, pocas veces encontraremos algún medio que diga “la mataron por ser mujer”.

Hace unos días fui convocada a la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas a dar una plática a docentes sobre la educación incluyente, con un público amplio de mujeres que se vieron interesadas y preocupadas por ayudar a sus alumnas, les expliqué que pretextos sobran desde quienes acosan, hostigan y discriminan. Les puse el ejemplo de un hostigador que le dijo a la víctima que “no era acosable”, como si el acoso o el hostigamiento sexual tuvieran algo qué ver con si la mujer o niña es guapa o no, siempre se relaciona al abuso de poder y a la subyugación de la voluntad y autoestima de las mujeres.

Esta semana el Congreso local en Baja California aumentó un par de años la pena privativa de la libertad a quien cometa el delito de Acoso Sexual; la reforma no implicó más que un leve aumento de la pena, sin embargo, no se modificaron algunos conceptos que apoyan la posibilidad de seguir acosando libre e impunemente, lo anterior lo señalo, no sin mencionar que la diputada inicialista Michel Sánchez Allende presentó reservar respecto a lo que ahora critico, que es no haber eliminado el hecho de que el acoso debe de ser reiterado para ser sancionable.

No es por darles la razón a quienes dicen que las mujeres feministas estamos “en contra de todo” porque no es cierto, pero lo que sí no deberíamos estarle felicitando al Congreso local esta reforma porque además de incompleta, viola los derechos humanos de las mujeres. La Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia retiró la palabra “reiteradamente” del tipo penal de Acoso Sexual porque precisamente no es necesario que se nos llegue a acosar más de una vez para causar un daño a nuestra integridad y dignidad humana.

Como dice la abogada Lourdes Enríquez de la UNAM, hay que revisar de manera exhaustiva el derecho mexicano ya que se ha creado con base en postulados machistas, clasistas y racistas. Hay que tener cuidado con lo que repetimos al legislar ya que el propio derecho que busca supuestamente la emancipación de las mujeres y nos dota de herramientas para ello, de pronto se vuelve patriarcal de nuevo y nos conmina, como es el caso de Baja California, a seguir discriminando y dejando la carga de la prueba a las mujeres víctimas de violencia sexual y a las mismas niñas.

Es bueno ver tipificado el acoso sexual en la calle, sin embargo, en el ámbito laboral y docente ya habíamos avanzado en ponernos de acuerdo como sociedad mediante nuestros representantes en que el acoso sexual no necesariamente tiene que ser reiterado para causar daño y violar, por ende, derechos humanos.

No hay que perder de vista que desde las normas se debe buscar un ideal de justicia social e histórica para todas las personas y que el hacer judicializables los derechos humanos tiene que llevarse a la práctica cotidiana; no tendrían que ser excepciones aquellos casos donde se sancionan a los maestros, ministros de culto o jefes en el trabajo por acosar mujeres y niñas. Hay que entender que si cada 8 de marzo salimos más mujeres a marchar, protestar y tratar de cambiar lo que vivimos todos los días es porque sabemos que vivimos en un país machista y ya no lo queremos soportar.

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