publicidad
Opinión

El incendio que habitan: Antología de autoras por autoras

Por: Elizabeth Villa

La planificación de esta antología data del mes de febrero del 2022, periodo en el que la poeta, editora y promotora cultural Mónica Morales estableció contacto con varias escritoras bajacalifornianas para proponerles una colaboración. Se trataba de una edición especial de la revista Hipérbole Frontera, dirigida por ella, titulada Meditación en el umbral, y pensada originalmente como un homenaje a Rosario Castellanos. El número resultó un dossier que logró reunir a treinta y ocho creadoras de distintas generaciones literarias que, en diferentes estilos y formatos, presentaron su trabajo de escritura en poesía, cuento y reseña. De circulación electrónica, el número de la revista se fue convirtiendo en un proyecto que interesó a la editora Rosa Espinoza para convertirlo en libro impreso. Así fue como, unos meses más tarde, quienes fuimos reunidas en la revista, recibimos la invitación formal de Pinos Alados para concretar el acuerdo de la publicación. 

Para mediados de diciembre del mismo año, la editorial nos hizo llegar la versión final de la antología. En esta, se retiraron algunas escritoras y se agregaron nuevas, hasta alcanzar el número de cuarenta. El volumen se hizo más homogéneo al mantener el 99% de los textos del género de poesía, resultando así el muestrario más reciente de los estilos y temáticas en los que se ha volcado la producción poética de las mujeres en los últimos veinte años. Esto lo afirmo considerando que el texto de más remota publicación en la selección es el de Julieta González Irigoyen, «Te amaré hasta que se acaben los lunes», que data del año 2003. 

Debo confesar que la concreción del proyecto en sí me provocó una alta dosis de entusiasmo y optimismo, al tratarse de una recopilación que considero necesaria para la reflexión del fenómeno escritural en este lado del país. Y, a casi un mes de mis primeras impresiones, me resolví a analizar algunas de las características dignas de resaltar en el volumen.

En primer término, es justo hacer notar que se trata de la primera antología escrita, seleccionada y publicada por mujeres bajacalifornianas. Antes de esta solo existen dos: Red de lunas (1999), compendio inédito de poesía de autoras mexicalenses, preparado por Katery Mónica García Martínez y Nuestra cama es de flores. Antología de poesía erótica femenina (Centro Cultural Tijuana, 2007), de Roberto Castillo. Estas dos compilaciones delimitan el corpus integrándolas por lugar de origen o residencia, Mexicali, para el caso de Red de lunas y por estilo, en el caso del repertorio elegido por Castillo. Por su parte, El incendio que habitan, aunque no es estrictamente un recuento exhaustivo de escritoras de poesía, en cambio sí acomete el compromiso de ser una producción en la cual las mujeres se encuentran involucradas en todos los aspectos que un trabajo editorial supone: escritura, selección, curaduría, edición y publicación. Notable es como producto, puesto que detrás de cada uno de esos procesos se encuentra la evidencia del trabajo profesionalizado por las mujeres en el campo de la literatura, que evidencia ya no ser exclusivo de un solo género. 

Otro aspecto a resaltar es la diversidad de temáticas en las que se despliega esta compilación. Si bien el índice solo presenta a las poetas en un alfabetizado, de su lectura son reconocibles las variadas formas del deber con el texto poético y sus tradiciones. Y en este sentido, aunque la mayoría opta por presentarse más apegadas al lirismo y a los tópicos erótico-amorosos, son seguidas por otro grupo que elige prestar su atención en torno a dos temas que se han mantenido en la discusión pública, en los veinte años que condensa esta producción: el ecocidio y la presencia de la violencia en todos los órdenes. Se asoman también las preocupaciones generacionales más recientes: la sororidad entre las mujeres, el abuso infantil, la pandemia por la propagación del Covid-19 y la diversidad sexual. 

En cambio, es evidente la ausencia de los asuntos que tipificaron a la producción poética en el medio editorial regional en las décadas de 1980-1990: la migración y la identidad fronteriza. Esto demuestra que, temáticamente, las creadoras han ido construyendo sus propias señas de reconocimiento en la escritura, mismas que en algunos puntos logran hacerlas coincidir, sin que esto haya sido resultado directo de un proyecto en colectivo. Al menos no revelado aún de forma deliberada. 

En las últimas etapas de la edición, Rosa Espinoza convocó a la elección del título. En un ejercicio de pluralidad, dado a través de mensajes de correo electrónico, las autoras nos decantamos porque la presencia del fuego debiera figurar en el nombre. Después de varias deliberaciones, se decidió al fin El incendio que habitan, puesto que las referencias a la combustión aparecen de diversas maneras en muchos de los poemas. Esta coincidencia no me parece fortuita. Testigas hemos sido de que las manifestaciones más encendidas por los reclamos feministas de la cuarta ola han llevado la consigna de «quemarlo todo». Un mandato contemporáneo radical que obedece a la necesidad de usar la metáfora del fuego como elemento purificador, placer o salvamento. En esta antología, el incendio es la habitación en la que fulgurantes, ardorosas y resplandecientes, cuarenta escritoras decidieron reunirse para iluminarnos con su palabra encendida. 

Related Posts