Opinión

El último lector | Alán Gorosave, «El Juglar de Mulegé» / Rael Salvador

Por: Rael Salvador

En el esforzado juego de la vida, el poeta ofrece testimonio: en su grito y en su canto; en ese desenvolvimiento de luces y de nieblas, se encuentran la visión sideral de un lenguaje que, música de las esferas, al alma dicta sus versos en racimo.

Podría decir, como Terence Mckenna, que es como el chamán que viaja al pozo de la tiniebla y vuelve con una perla de inmortalidad, porque “nosotros no moramos en la oscuridad que fue la Historia humana, sino que capturamos la esencia, que es el poder divino del mito del chamán, del artífice de los mil demonios, el que trabaja los metales, el que conjura los espíritus y trae el poder de vuelta fuera de la Historia, y en esa dimensión fuera exiliada, es donde se crea la verdadera humanidad, la verdadera comunidad”.

Y estas palabras podrían ser la apertura, la justa aventura del poeta ante la celebración que hoy ofrecemos a José Alán Gorosave Osuna (Baja California Sur, 1917-1976), el “Juglar de Mulegé”.

Alán Gorosave, en su 45 aniversario luctuoso: ida y vuelta del canto y el poeta, del lenguaje de todo lugar, de la arena pulida en el sur del oasis: esa musicalidad del viento sudcaliforniano que recorre el mundo –España, Francia, Perú, Colombia y muchos otros países– con su reserva de versos y lo más significativo del poema: el hombre que lo crea y lo recrea: el declamador…

Conocedor de su valía y poseedor de una voz que eleva al privilegio de los orígenes –parvada de mirlos en ebullición y, a la vez, desplazamiento de un mapa aéreo–, Alán Gorosave hace eco y embellece sus recitales de todas las afinidades de lo humano y lo divino, lo natural y lo metafísico, pues eso y para eso es la poesía…

Gorosave Osuna es una leyenda entre lo más granado del espectáculo de la palabra dicha, de la palabra viva, de los abecedarios que entrelazan su romance con las palabras aladas y legan sus melodías a las generaciones que viven de “la voz en voz”: que son los Machado, los Diego, los Felipe, los Neruda, los Pavía, los Ojeda, los Gastélum, los Serrat, los Dylan…

Si los sesenta y los setenta del siglo XX, en Ensenada (la “Atenas del Pacífico”), Tijuana y Mexicali –ciudades bañadas por un manantial de Mulegé–, la poesía al aire cobró tal fuerza –como en los conciertos Joan Baez o Carlos Santana– que llegó hasta la solidaridad social, con los apoyos que hacía de sus presentaciones y eventos a beneficio de la educación y la cultura, tal era entonces la trascendencia del arte declamatorio.

Como lo dice Enrique A. Velasco Santana: “Fueron precisamente López Gastélum, Adrián Ojeda y, con ellos, Luis Pavía, quienes –durante veinte años, ininterrumpidos– realizaron un ritual que es todo un poema: un brindis por el amigo Alán, en el momento preciso de cruzar el Paralelo 28, que divide las dos entidades peninsulares, cuando cada noviembre viajaban para estar presentes en las Fiestas de Mulegé”, en cuyo marco es recordado Alán Gorosave, como precisamente lo estamos haciendo con esta palabras en su 45 Aniversario luctuoso.

raelart@hotmail.com

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