Opinión

El último lector | De Alejandría con amour / Rael Salvador

Por: Rael Salvador

Cuando, por fin, un dictador cae de su falso pedestal, el polvo que levanta es seguido de un hipócrita estruendo de aplausos y una enferma sintonía de sonrisitas maliciosas.

Como solteronas añejas que repudiaron el carrusel de los placeres, las momias a perpetuidad cantan a coro las bendiciones que les trae o acarrea el destino: “¡Ha muerto! ¡Ha muerto! ¡Ha muerto, ahora sí seremos muy felices!”.

Pero, sabia y refrescada, muy al día, la realidad se encarga de ahogarles la meliflua alegría en el orgiástico vertedero de la vida.

En la partitura de la existencia se inscriben los roncos bufidos y las triquiñuelas de todo pelaje que porta la humanidad, y muchas veces para conocer el Universo nos tenemos que sustraer a la sinfonía del manicomio y apuntalar el Aria en un solista. 

Es el caso de Georges Moustaki, con su facha de extranjero, judío errante y pastor griego, con sus cabellos al azar y con sus ojos medio abiertos, que hablan de mares y desiertos que nos invitan a soñar…

El budista alemán Friedrich Nietzsche, filósofo que baila, lo entendió de antemano y, legándolo a futuras generaciones, lo dejó dicho con lumbre en el alma: “Sin música la vida sería un error”. 

Facundo Cabral, Lord de la misma estirpe, igual a Louis Ferdinand-Celine, Henry Miller, Jack Kerouac o Bruce Chatwin, comentaba que Moustaki engrandecía el panorama de toda una época: “Por Moustaki conocí Alejandría, sabes, santuario de libros y gatos, de un mar que me llevó a Grecia y a recorrer todas las islas y culturas del mundo”.

«Por Moustaki –me dice Facundo– muchos nos colgamos el verso y la guitarra; vimos en el parque, la plaza y la playa parte de nuestro hogar, donde pudimos apreciar el vuelo libre de las aves y la fortuna maravillosa de las fogatas que el cielo nocturno nos ofrecía; empezamos a leer a Lawrence Durrell, al desaforado de Miller, el de los trópicos, pero también el de “El Coloso de Marusi”; a conocer el verdadero viaje a través del poema “Ítaca” de Cavafis… ¿Lo recuerdas?: “Detente en los emporios de Fenicia/ y hazte con hermosas mercancías,/ nácar y coral, ámbar y ébano/ y toda suerte de perfumes sensuales./ Ve a muchas ciudades egipcias a aprender de sus sabios”.

Por escuchar a Moustaki muchos arribamos a la belleza de Nikos Kazantzakis y “Zorba el Griego” y a la poesía mediterránea, bañada siempre de espumas, danzas inigualables y vino persa, de esmeraldas, polvo de estrellas y pieles de jaguar. Pero, sobre todo,  arribamos a la comprensión de la existencia… ¡Mi Dios, qué maravilla!»

Tanto Georges Moustaki como Facundo Cabral han muerto y nosotros estamos en vida… Por todo lo anterior, por su inmejorable e invaluable legado, acuño muy a tiempo mi epitafio: “Rael Salvador, existencialista tardío, entre la fecha de nacimiento y la de la muerte, todos los días fueron suyos: No tuvo dónde caerse muerto, pero sí donde caerse vivo”.

raelart@hotmail.com

Related Posts