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Opinión

El último lector | HOME

Por: Rael Salvador

Estoy en casa. Podría decir que cómodo, como un desempleado con ahorros. Abonado a los placeres que no van de la mano del azar, gozo de privilegios que cualquier enemigo de clase podría juzgar inmerecidos… Abro el refrigerador y la despensa es una fuente de colores fría, similar a un cuadro de Piet Mondrian: cubos que mezclan la abstracción en alimento cotidiano, diferente a los cubos de la sobrevivencia, ese cruel paliativo del hambre en las calles…  

Al cerrar el frigorífico, abro mi laptop: ahí, nuevamente —gracias a la recuperación que hace Irene Vallejo—, me encuentro con “Home”, ese poema que prende el alma —cuando no la incinera, en casos de inutilidad lectora— y arrastra a sus auténticos leyentes a la alta y despiadada “silla de observación”, para otear el presente siglo que, como los anteriores —ahogados en mentiras, abusos y guerras—, se teje y se desteje en miseria, sangre y desventura. 

Cómplices en más de una permisibilidad —cuando se elige la falta de compromiso, digamos—, los versos nos acusan de un pasmo que le saca brillo a la estupidez: nos hacen ver nuestras propias tripas en una imbricada trama que no es otra que las excreciones que engrasan la maquinaria de la muerte. 

Cada enunciación descriptiva de “Home” tasa mis acciones de comodidad a la quiebra y me hace cómplice en mi retiro, inactividad y silencio. Es tal la indignación que me genera su lectura, que lo catalogo como un manifiesto de la rabia humana.

Podría decir que quien lo escribe —sin intentar aliviar las llagas de sus manos—fue la última sobreviviente de una hecatombe sin precedentes.

¡Qué retrato de cenizas y fango infecto! Concatenación de palabras duras que, en la llama de la poesía, hacen estallar el núcleo de su formulación…        

“Home” es un poema trazado con dureza en el marfil de la existencia por la profesora Warsan Shire (Somalia, 1988), escritora y editora radicada en Londres, y libre del falso peso moralizante, el rigor de su encomienda golpea fuerte… como se podrá comprobar en su lectura: 

“Nadie se va de casa salvo/ que la casa sea la boca de un tiburón/ solo corres hacia la frontera/ cuando ves a toda la ciudad corriendo también.// Tus vecinos corriendo más rápido que tú/ aliento ensangrentado en sus gargantas/ el niño con el que fuiste a la escuela/ que te besó aturdido detrás de la vieja fábrica de hojalata/ ¡lleva una pistola más grande que su cuerpo.// Solo te vas de casa/ cuando la casa no te deja quedarte.// Nadie se va de casa salvo que la casa te persiga/ fuego bajo los pies/ sangre caliente en tu vientre/ es algo que nunca pensaste que harías/ hasta que el filo quemó amenazas en/ tu cuello/ e incluso entonces llevaste el himno/ entre dientes/ solo rompiste el pasaporte en el baño de un aeropuerto/ sollozando mientras cada bocado de papel/ dejaba claro que no ibas a regresar.// Tienes que entender/ que nadie mete a sus hijos en un barco/ salvo que el agua sea más segura que la tierra/ Nadie se quema las manos/ bajo trenes/ entre vagones/ nadie pasa días y noches en el estómago de un camión/ alimentándose de periódicos/ salvo que las millas recorridas/ signifiquen algo más que viaje.// Nadie se arrastra debajo de vallas/ nadie quiere que le peguen/ que sientan lástima de él.// Nadie elige campos de refugiados/ o registros sin ropa donde te dejan/ el cuerpo dolorido/ o la prisión,/ porque la prisión es más segura/ que una ciudad en llamas/ y un guardia de la prisión/ en la noche/ es mejor que un camión lleno/ de hombres que se parecen a tu padre/ nadie podría soportarlo/ nadie podría aguantarlo/ ninguna piel sería lo bastante dura.// Los:/ Vuelvan a casa, negros/ refugiados/ sucios inmigrantes/ solicitantes de asilo/ exprimiendo nuestro país/ negratas con sus manos fuera/ huelen raro/ salvaje/ destrozaron su país y ahora quieren/ destrozar el nuestro,/ cómo es que las palabras/ las miradas sucias/ caen rodando de vuestras espaldas.// Quizá porque el golpe es más blando/ que un miembro arrancado.// O las palabras son más tiernas/ que catorce hombres entre/ tus piernas.// O los insultos son más fáciles/ de tragar/ que escombros/ que huesos/ que tu cuerpo infantil/ en pedazos.// Quiero ir a casa,// pero la casa es la boca de un tiburón/ la casa es el cañón de la pistola/ y nadie se iría de casa/ salvo que la casa te persiga hasta la costa// salvo que la casa te diga:/ que muevas más deprisa las piernas/ deja la ropa atrás/ arrástrate por el desierto/ vadea los océanos/ ahógate/ sálvate/ sé hambre/ mendiga/ olvida el orgullo/ tu supervivencia es más importante.// Nadie se va de casa hasta que la casa es una voz sudorosa en el oído/ que dice:/ vete,/ huye de mí ahora/ no sé en qué me he convertido/ pero sé que cualquier lugar/ es más seguro que aquí”. (Traducción del inglés de Berna Wang.)

raelart@hotmail.com

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