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Opinión

El último lector | Recuerdo del héroe llevado por su demonio / Rael Salvador

Por: Rael Salvador

Entre visiones, alucinaciones y recuerdos —en un acto de meditación intelectiva— me he dado a la tarea de escribir el libro “Kata ton daimona eaytoy”, que del griego antiguo se traduce “Recuerdo del héroe llevado por su demonio”. 

Gala de un mundo colorido —en sí, una ceremonia de cristalomancia y música que se expande a la velocidad de la luz— donde el alma se vuelve relato existencial y se fragmenta en episodios narrativos y poéticos que inmiscuyen tanto la figura luminosas de Jim Morrison, como la espectral narración de “El corazón de las tinieblas” (Joseph Conrad), traducida al cine por Francis Ford Coppola en “Apocalypse Now” en 1979.

He escrito “Recuerdo del héroe llevado por su demonio” —palabras que un padre sensible fijó con fuego en la tumba de su hijo—, sobre todo porque la virtud de las cosas guarda también relación con el entendimiento.

Nada divino muere. 

“Lo que amas permanece”, recitará más de una vez Ezra Pound entre las ruinas donde —paz de hierba que corona la circularidad del tiempo— renace el espíritu de Grecia. 

Hay una versión siempre anterior a nosotros mismos.

No son pocos los libros antiguos que hablan de Jim Morrison, de ahí también que se equipare su imagen con la de Alejandro Magno y su discurso con el de Sófocles. Y uno se pregunta: ¿Qué batallas, qué triunfos, qué conquistas fueron las de sus noches saturnales en este planeta?

Quien ha tomado —con todos los honores— el veneno de la fama, poco puede hablar de la libertad que lo glorifica.

Morrison supo entender de la filosofía de Platón un aspecto erótico que emanó como miel rancia en la política de la posguerra. Se podría decir que Morrison correlacionó el fanatismo contradictorio del Estado —en su turbia manifestación presente de lo lerdo, lo ordinario, lo cínico, lo criminal y lo vulgar— con las virtudes provocadoras del alma (cuestionó, podría decir, la metafísica de una exclusión poética, como lo hace Adorno ante la tragedia visual de cadáveres a destiempo: “Después de Auschwitz no se puede escribir poesía”). Jim Morrison observó, en el ideal de una moral decadente, un nuevo “romanticismo”: el de Jean-Paul Sartre, quien abanderó una caravana que partió del Café Le Flore en París y prosperó —vía New York Beat— en San Francisco, esquina con Los Ángeles.

Verse en otros es saber cosas de nosotros mismos.

El Existencialismo que, después de Kerouac —en un clima de festiva epopeya, en los años 50 y 60—, coleó como desprendido apéndice de lagarto.

Porque, como decía Tito Lucrecio Caro, quizá un poco metido a corresponsal de guerra, “ese miedo y esas tinieblas del espíritu es menester que los despejen, no los rayos del Sol ni los dardos luminosos del día, sino la contemplación y la doctrina de la naturaleza”. 

La muerte, como motor animal; a pelo, como perder los estribos donde nunca los hubo… ¡La vida misma!

Por ello inicio este comentario de mi libro “Kata ton daimona eaytoy” con los versos de Thich Nhat Hanh —“El nacimiento y la muerte son sólo puertas por las que pasamos”—, y prosigo con un recuento de estafas existenciales, porque una cosa es salir de esta vida como los dioses, indiferentes al tiempo y al destino, porque ellos mismos son la eternidad, esa especie de inmortalidad pasajera (cuando pasan o posan en la Tierra).

Sí, porque una cosa es morir y otra disolverse en el tiempo.

De ahí, las palabras aladas del bardo ciego —Homero, oráculo en sí mismo— que despliega en su navegar el fuego visionario del mito hasta William Blake: “Si las puertas de la percepción se abrieran, todo aparecería al hombre como realmente es: infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna”. 

He escrito “Recuerdo del héroe llevado por su demonio” —agradeciendo las imágenes de la Ruta Morrison, realizadas por Héctor García Mejía (fotógrafo imprescindible en mi propia ruta)— para el PROYECTO MORRISON, el cual fue preparado —un fragmento breve y oportuno— para ser parte del prólogo a “Las nuevas criaturas” de Jim Morrison, traducción de bilingüe inglés-español de José Vicente Anaya (editado por Laberinto en 2019).

“Kata ton daimona eaytoy” (Colección Palabra / El Vigía), la versión definitiva, —final—, ya se encuentra en librerías de Ensenada. Próximamente en todo el país. ¡Enhorabuena!

raelart@hotmail.com

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