Opinión

Empresas de armas: lucro con la tragedia / La Jornada

Por: Editorial La Jornada

En los siete primeros días de la guerra entre Rusia y Ucrania, el valor conjunto de las 15 empresas armamentistas con mayores ventas en el mundo y que cotizan en alguna bolsa de valores –de las que nueve son estadunidenses, cuatro europeas y dos chinas– se disparó en alrededor de 81 mil 500 millones de dólares. El 23 de febrero pasado, un día antes del estallido del conflicto, dichas compañías tenían un valor aproximado de 804 mil millones de dólares, mientras al 2 de marzo se ubicó en 885 mil 881 millones, una apreciación de 10 por ciento.

Algunas de esas compañías registraron alzas muy superiores a este promedio: la francesa Thales (26.4 por ciento), la italiana Leonardo (25.6), la británica BAE Systems (22.1) y las estadunidenses Northrop Grumman (16.35), Honeywell International (15.3) y Lockheed Martin (15). Esta última, que es la mayor del sector por volumen de ventas y principal contratista militar de Washington, vio cómo sus acciones pasaron de costar 355.41 a 449.23 dólares, con lo que alcanzó una cotización de 122 mil millones de dólares.

Está claro que esta revalorización de los fabricantes de armamentos tiene que ver con expectativas de mayores ventas en cualquier contexto bélico, pero también recibe impulso de factores específicos, como la decisión de Alemania de romper con su política de no exportar instrumentos letales a zonas en conflicto.

Además de recordar que en la economía de mercado siempre habrá quien lucre con las peores tragedias, estos datos demuestran que para Occidente la guerra en Ucrania es un gran negocio. Por supuesto, sería excesivo afirmar que Estados Unidos y sus aliados europeos provocaron la contienda bélica para favorecer a su industria armamentística, pero el desarrollo de los acontecimientos no deja lugar a dudas de que hicieron muy poco para evitar que el conflicto estallara: durante las tres décadas transcurridas desde la caída de la Unión Soviética –a la que pertenecían los dos estados hoy beligerantes–, Occidente se dedicó a impulsar la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte hacia el Este sin otra razón que la de humillar a Rusia y tender sobre ella un acoso permanente, con el previsible resultado de exacerbar el nacionalismo ruso y fincar la determinación de los gobiernos encabezados por Vladimir Putin para restaurar la hegemonía militar que ostentó durante el periodo soviético a fin de repeler las amenazas sobre sus fronteras.

Con el conflicto en curso, sólo cabe esperar que las potencias privilegien las vidas humanas sobre las ganancias de sus empresas y trabajen en salidas negociadas y diplomáticas a un enfrentamiento que pudo y debió haberse evitado.

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