Opinión

Jorge, «Güero», ahora sólo te encuentro en sueños

Por: Jorge Enrique Kato Angel

Mi primo Jorge y yo crecimos juntos en la casa de nuestra abuela, paterna para él y materna para mí, siempre jugando, siempre peleando, siempre juntos. Le gustaban mucho las luchas, tenía una buena colección de máscaras y recuerdo que de niño decía que quería ser luchador. También le gustaba el fútbol, los carros, las carreras, pero sobre todo las artes marciales. Estudió Lima-Lama y llegó hasta cinta negra tercer dan, fuimos a verlo pelear a varios torneos y en su cuarto la exhibición de sus trofeos era impresionante. Era rubio, grande y corpulento, tenía una fuerza descomunal; era el perfecto bully.

   Aprendí tanto de él que no podría expresarlo. Siempre me apoyó cuando lo necesité, siempre me ayudó cuando se lo pedí. Fue lo más cerca a un hermano mayor que la vida me dio y estoy muy agradecido por haberlo tenido durante casi treinta años. Crecimos desde ser niños a adolescentes, de adultos a convertirnos los dos en padres de familia. Hoy 25 de febrero Jorge Enrique Kato Ángel cumpliría 40 años, eran tan solo dos años y medio más grande que yo, pero siempre lo vi como alguien mucho mayor, enorme e inalcanzable.  

   Fue el primero de todos los primos, el primer consentido de nuestra abuela, el que nos pegaba y el que nos defendía. En la familia todos le decían el ‘‘Güero’’, por lo increíblemente rubio que tenía el cabello de niño; era como una copia de mi Nana.   

   Le tuve un inmenso cariño que por momentos alcanzó la idolatría, pero debido a lo difícil que es expresar sentimientos entre dos hombres, jamás le pude decir lo mucho que lo quería; lo mucho que aún lo sigo queriendo. Competíamos en todo y compartíamos todo.

Mi primer trabajo, vendiendo relojes en el Swapmeet de la 5 y 10, fue gracias a él. Solíamos ir juntos a todos lados en su famoso 300ZX. Hay tantos recuerdos, bromas, historias, anécdotas; tantos momentos, tantas experiencias, aventuras, desventuras y una que otra travesura que él y yo protagonizamos y que nunca podrán ser olvidadas. El pequeño vidrio de la puerta de la cocina de la casa de nuestra abuela siempre estuvo roto porque él lo rompió con una naranja.

   Lamentablemente tomamos caminos muy distintos y fue inevitable distanciarnos, pero la noción de los encuentros eventuales nos dejaba más que tranquilos, despreocupados. Quisiera haber podido predecir lo que sucedió. Quisiera poder hacer algo para remediarlo. Quisiera que nunca se hubieras ido. Quisiera que estuviera aquí.

  Toda una vida, interrumpida por un capricho del destino que lo borró físicamente, pero donde quiera que esté, debe de seguir tan alegre como siempre. Tenía una personalidad totalmente extrovertida, era  ocurrente y bromista; cariñoso y apasionado; excesivo y franco. Seguramente hizo reír a Caronte, en su balsa, mientras cruzaban el enorme río.

  Se fue primero solo para recibir a mi Nana, y como dijo Octavio Paz en su poema Pasado en claro refiriéndose a su padre: »Lo encuentro ahora en sueños, esa borrosa patria de los muertos»; yo lo busco y lo busco, pero no lo encuentro. Nunca se supera un dolor tan grande, solo se aprende a vivir con él.

   Hoy te recordamos Jorge en tu cumpleaños con el mismo amor de siempre y todos te mandamos besos y abrazos hasta el cielo.

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