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Opinión

Otra vez: el campo del norte mexicano… notas para una agenda de gobierno en el obradorismo

Por: Jose Zavala Alvarez | Voces de El Colef

A unos meses del inicio del régimen obradorista, a invitación de un compañero investigador, escribí unas líneas sobre el campo del norte de México, algunas de sus características, sus problemas, su contribución. Hoy, a la mitad del periodo gubernamental, insisto en lo que a lo largo de tres décadas he sostenido reiteradamente…

De entrada, es necesario reiterar el reconocimiento de que el obradorismo auténtico, solo el auténtico, ha retomado viejas luchas y demandas de reivindicación social y económica que por años y años se han expresado desde el campo mexicano, fundamentalmente en el centro y en el sur que han padecido históricos rezagos, pero ¿y en el norte intenso y comercial?, las diferencias de modelos de producción y la asignación presupuestal históricamente desequilibrada imponen un complejo panorama para la acción gubernamental en un país como el nuestro donde más de la mitad de la población tiene rasgos de pobreza, donde la mitad de nuestro consumo nacional de granos básicos y oleaginosas debemos persistentemente traerlo del exterior.

Comprender las diferencias del campo mexicano y sus actores, pero sobre todo ser capaces de diseñar estrategias que vayan superando rezagos en todos los segmentos sociales, es tarea de quienes hace tres años ocupan posiciones decisivas en las estructuras gubernamentales.

Se han observado ya modificaciones de política y redireccionamiento presupuestario que acentúan atención en micro y pequeños productores con elementales necesidades en sur y centro del país, busca combatir la simulación y el robo de enormes volúmenes de dinero público que tanto daño ha hecho a la agricultura nacional y que ha beneficiado de manera perversa a privilegiados. Lo que es necesario repensar, también, es la relevancia y papel que se le reconoce al campo y agricultura del norte de México, esa agricultura intensa y comercial que se hace en grandes extensiones bajo riego, esa que ha recibido el beneficio de notables volúmenes de recursos públicos y que comparativamente se ha desarrollado en condiciones muy favorables frente a la casi indigente producción de numerosos campesinos del sur y centro del país.

Las grandes extensiones bajo riego han hecho pensar que la agricultura norteña es fuente de grandes riquezas que generan un medio rural de privilegio. Sin embargo, la percepción de prosperidad tiene padecimientos comunes, persiste, se agrava, restricción financiera, altos niveles de endeudamiento, altos costos de insumos, bajos precios de cosechas, bajos grados de organización productiva y comercial, un desarrollo agroindustrial incipiente y, de manera determinante, la predominancia de políticas públicas favorables a un modelo de producción basado en el libre mercado que produce una concentración cada vez mayor de medios y utilidades.

Las condiciones que han prevalecido en el agro regional han construido tendencias como un alto grado de especialización productiva que aumenta la vulnerabilidad de los productores ante un mercado que no está bajo su control, reconcentración de tierras por la vía del arrendamiento, la propiedad social, la de los “muchos” está en grave proceso de extinción, crédito selectivo y restringido, comercialización de básicos supeditada al acopio e intermediación de particulares, formación de una elite de productores o grandes agroempresarios, y una creciente, peligrosa,  exclusión de pequeños productores de la actividad agrícola.

Aun en estas condiciones, la agricultura de los estados del norte contribuyen de manera significativa al abasto alimentario nacional, los maiceros de Sinaloa, Sonora, Chihuahua, los sorgueros de Tamaulipas, los trigueros de Sonora y Baja California, los algodoneros de Chihuahua y Baja California, son ejemplos clarísimos de la imprescindible agricultura norteña, Sonora por sí sola ha llegado a producir un millón de toneladas de trigo, el 25% de la producción anual histórica. Los estados del norte tienen poco más del 34% de tierras de riego del país, su producción agropecuaria ha significado más del 20% del PIB Agropecuario, lideran la producción de trigo, sorgo, algodón, alfalfa, maíz, algodón.

El desarrollo agrícola en México es un asunto neto de seguridad nacional por la función social, vital, que la producción de alimentos básicos tiene, en todos los sentidos. Los criterios para las políticas de desarrollo agrícola en todos los países desarrollados son de protección y subvención a la producción de básicos por encima de lo que pueden hacerlo países como México, el “Farm Bill” de EEUU, planeado cada 5 años, destina anualmente en subsidios a “farmers” entre 18 y 20 veces el equivalente al presupuesto total anual de los mejores tiempos de la hoy SADER, el arroz en Japón es un asunto de seguridad nacional.

Otra vez: los equipos obradoristas deben revisar estrategias y replantear condicionamientos regionales para los apoyos directos y las políticas de respaldo, a productores de básicos, resolver la eterna cartera vencida condicionada por costosos insumos y bajas remuneraciones al trabajo productivo de agricultores. Nuestra seguridad alimentaria, con soberanía, pasa por la atención bien entendida, de las diferentes necesidades de los diversos sistemas de producción que tenemos en el país.

El Colegio de la Frontera Norte A.C.
Mexicali, B.C.
jza61@colef.mx

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