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Opinión

Presentación de «El camino de México»

Por: Elena Poniatowska

Qué factores influyen en una figura política para que se comprometa con los más vulnerables: las mujeres, los niños, los ancianos? ¿Es su formación intelectual y familiar la que hace que su discurso político sea progresista? ¿Son hechos concretos los que ponen en evidencia su posición ante la vida? A raíz del terremoto del 19 de septiembre de 1985, al lado de su jefe y su mentor Manuel Camacho Solís, Marcelo enfrentó una ciudad devastada y hombres, mujeres y niños totalmente crucificados. Se necesitó mucho calibre y capacidad organizativa para responder a mexicanos, quienes además de buscar a sus seres queridos, se habían quedado sin techo. Marcelo y Camacho Solís se comprometieron; ya sin Manuel Camacho, fallecido el 5 de junio de 2015, se acendró en Marcelo la creencia de que “la indiferencia frente a la desigualdad nos derrota como sociedad”.

Marcelo Ebrard pertenece a una familia numerosa y su padre, también Marcelo, fue muy severo; en cambio, su madre, Marcela, un remanso. Abrazaba a sus siete hijos Lourdes, Marcelo, Alberto, Francisco, Fernando, Eugenio, Fabián y Enrique. Recuerdo sobre todo a Fernando, el más creativo y vulnerable.

En 2006, Marcelo Ebrard ganó la gubernatura de la Ciudad de México, llamada con el feo nombre de “Distrito Federal”. Las feministas, lideradas por Marta Lamas, llevábamos más de 30 años buscando la interrupción legal del embarazo. Urgía una política gubernamental moderna y humanitaria, ligada al grave problema de salud pública y de injusticia social que representa el aborto clandestino. Las más pobres se arriesgaban y en muchos casos morían o quedaban estériles. Con el arribo de Ebrard al gobierno de nuestra ciudad, en abril de 2007, la Cámara de Diputados votó la legalización del aborto. El apoyo de Ebrard fue fundamental. Vivíamos, en ese momento, una polarización por los resultados de la elección presidencial, y Marcelo tomó la decisión histórica de despenalizar el aborto en el Distrito Federal.

“Sin lugar a dudas –dice Marta Lamas– la interrupción legal del embarazo significó la aserción de un derecho por el que las feministas combatían hacía mucho. En el mundo, esa lucha era una señal de la identidad de las izquierdas”.

Ebrard sabía que la reacción sería virulenta, sobre todo la de la Iglesia católica y de miembros del PAN. Se enfrentó entonces al costo político de su decisión. Los voceros de la Iglesia católica se manifestaron con amenazas de excomunión y proclamas virulentas. Ebrard respondió: “Yo siempre he sido un liberal. Yo no creo que la Iglesia, o las iglesias en general, en particular la católica, con el peso que tiene, deba o pueda definir el contenido de las leyes”.

También declaró que el aborto era “un tema esencial para toda la vida democrática del país”.

Desde el 27 de abril de 2007, fecha de la despenalización, a Ebrard le vaticinaron: “Señor, esto le va a salir muy caro”, pero se arriesgó y su apoyo respaldó a las organizaciones feministas y de derechos humanos. Lo respaldaron científicos, intelectuales artistas y jóvenes, académicos quienes luchaban a favor de este derecho femenino en un Estado laico.

En una de tantas entrevistas, Marcelo Ebrard señaló: “La legalidad para interrumpir un embarazo no deseado también elimina la hipocresía social que rodea esa práctica, aunque lo realmente importante es que acaba con la injusticia social que implica, pues para las mujeres no tener acceso a abortos seguros por el alto costo que tienen cuando son ilegales, introduce una desigualdad aberrante entre quienes pagan a su ginecólogo en un consultorio privado y quienes se ponen en manos de personas no capacitadas”.

A lo largo del debate que siguió al voto de la ley, Ebrard se mantuvo firme en su convicción de que favorecía a las mujeres de sectores populares, en especial, a las jovencitas sin ingresos y sin la posibilidad de conseguir ayuda. Que Marcelo haya puesto como su prioridad a uno de nuestros grupos más vulnerables es una clara muestra de su empatía por los olvidados de siempre.

El próximo abril se cumplen 16 años de la legalización del aborto en la Ciudad de México, y muchas feministas recuerdan agradecidas la congruencia de Ebrard y su valentía. Imposible para mí, presentar su nuevo libro: El camino de México sin mencionar su apoyo a las mujeres más olvidadas de nuestro país.

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